Muchas personas disfrutan de relaciones de dominación sumisa con preferencia por el segundo lugar. ¿Por qué es emocionante el papel del sumiso en un juego de pareja? Explicaciones y consejos sobre cómo hacerlo.
“Al obligarme a seguirlo, mi pareja me obliga a dejarlo ir”
“Es solo cuando Erwan toma la iniciativa que no pienso en nada. Me dejo ser, lo obedezco, mi cabeza se queda en blanco”, dice Elodie, de 30 años. Si el sexo nos ayuda a muchos a desconectar, todavía tenemos que rendirnos por completo. La sumisión requiere no tomar ninguna iniciativa, es decir, dejar de controlar nada. La definición misma de soltar, que experimentamos en la vida como en la cama, con más o menos éxito.
En cuanto ya no decidimos la siguiente caricia y nos dejamos guiar sin pensar, damos la bienvenida al placer con más facilidad. Nuestro cerebro está desconectado, estamos atentos a cada palabra, a cada gesto, para que nuestras sensaciones estén más intactas, y por tanto más placenteras, como testifica Marjorie, de 26 años: "Si mi pareja toca mi sexo poniendo su mano sobre mi boca y tirando de mi cabello, tomo tres veces mi pie. Me gusta la contención, me siento como una cosita frágil y vulnerable. Al obligarme a seguirla, mi pareja me obliga a dejarla ir. No puedo aferrarme a nada. Esta posición de inferioridad me apasiona porque todas las sensaciones se multiplican por diez”.
"No saber si me va a tocar los senos o las nalgas es terriblemente bueno"
Jugando al sumiso o sumisa, dejamos que el otro dirija el barco de nuestro placer. ¿Cómo podemos predecir si nos rozará o nos morderá? ¿Besarnos o dar la vuelta? Las sorpresas se suceden y más si te vendas los ojos. “Me gustan los informes de sumisión a la dominación con los ojos vendados”, dice Simón, de 32 años. No sé qué esperar. Mi novia decide y cada iniciativa de su parte es una sorpresa, lo que me da más placer. ¡Me enfrento a lo desconocido y me pone en un estado de locura! ".
Un sentimiento que comparte Marjorie. Porque si el placer viene de dejarse llevar y perder el control, también es incapaz de anticiparse. “Mi pareja juega caliente, frío, marca el tono de la relación. No saber si me va a tocar los senos o las nalgas, me va a dar el pene o me va a obligar a masturbarme es terriblemente bueno. Como si ser tan actriz me quitara parte de la emoción porque la relación se vuelve predecible. Cuando no estamos jugando, me gusta saber cómo voy a tocarlo o susurrarle lo que me gusta, pero de sorpresa, mi cuerpo da un brinco, cada gesto es más loco”.
“Al someterme, lo domino”
Las relaciones de dominación-sumisión toman la forma de un juego, la pareja elige el rol de cada uno en conjunto. El entorno es íntimo, definido y respetuoso. ¡Y contrariamente a las apariencias, el sumiso también tiene el poder! Físicamente, podrías pensar que es inferior, pero en realidad, la proporción está equilibrada. Es decidiendo ser sumiso y más o menos jugando el juego que se orienta el dominante. "Basta que ya no tome ninguna iniciativa y me encierre en mí mismo como quien dispone para que Florian comprenda de dónde vengo. Y cuanto más juego al "débil", más él juega al fuerte. Por el contrario, si tengo Quiero estar un poco más presente, soy más activa y él domina menos”, nos cuenta Hélène, 31 años.
Básicamente, la pareja olvida rápidamente quién es el dominante, quién es el dominado, y uno necesita al otro para ejercer su papel. Si el dominado espera que el dominante lo guíe, el dominante puede dejarlo ir si el dominado se lo permite y establecerá sus límites si el dominante va demasiado lejos. Un juego equilibrado, para el máximo placer. Siempre y cuando todos estén de acuerdo.